A las 5 de la tarde del domingo 19 de abril de 1.970 fui elegido concejal de mi ciudad natal, Zipaquirá, por el Liberalismo Belisarista que dirigía el ex Ministro Enrique Pardo Parra y cinco horas más tarde me convertí en el jefe de la ANAPO en esa misma ciudad.
Decenas de votantes, seguidores del General Gustavo Rojas Pinilla, cuando empezaron a temer que se estaba perpetrando un fraude electoral se hicieron presentes en mi casa y me pidieron que asumiera la jefatura local de ese movimiento.De inmediato me comuniqué telefónicamente con el candidato presidencial Belisario Betancur para informarle lo que estaba ocurriendo y después de una breve conversación, con el tono preocupante propio de la situación, me dijo ¨Everth, yo perdí las elecciones y si te lo están pidiendo es la hora de estar con ellos para defender el triunfo popular¨.
Decenas de votantes, seguidores del General Gustavo Rojas Pinilla, cuando empezaron a temer que se estaba perpetrando un fraude electoral se hicieron presentes en mi casa y me pidieron que asumiera la jefatura local de ese movimiento.
Durante los días 20 y 21 de abril se produjeron protestas y movilizaciones populares en todo el país y para contenerlas el gobierno decreto el Estado de Sitio y ordenó el toque de queda; la residencia del general Rojas, en el barrio Teusaquillo, fue rodeada por militares y tanquetas, cientos de personas fueron detenidas en diferentes sitios y la mayor parte de los parlamentarios elegidos por la ANAPO fueron encarcelados, entre ellos Jaime Piedrahita Cardona, Manuel Bayona Carrascal, Carlos Toledo Plata, Milton Puentes, el cura René García y otros, quienes junto con un grupo de oficiales del ejército fueron enviados y confinados en la base militar de Tres Esquinas en la selva amazónica durante más de 45 días.
La vorágine de todos estos acontecimientos definieron mi destino político durante estos 50 años, salpicados siempre por todo tipo de esperanzas y tragedias, similares a las que han estado presentes a lo largo de nuestra historia nacional.
El toque de queda de esa época que confinó a los colombianos entre las 9 de la noche y las 5 de la mañana, durante unos pocos días, fue un juego de niños comparado con el confinamiento obligatorio a que estamos sometidos, no solo en Colombia sino en buena parte del mundo, ante la amenaza del COVID – 19.
El toque de queda del año setenta no sacudió suficientemente la conciencia nacional, ni nos removió como colectividad, para repensar nuestro destino como país.
Han transcurrido 50 años y aprendimos muy poco del toque de queda de 1.970. A golpes y trancazos de toda índole nuestra débil institucionalidad terminó conviviendo, y profundizado en algunos casos, la corrupción, la economía del narcotráfico, la estructura de clientela y el fraude electoral, la mermelada, la desigualdad social, la violencia, el terrorismo, la criminalidad, la crisis de la justicia, etc. El toque de queda del año setenta no sacudió suficientemente la conciencia nacional, ni nos removió como colectividad, para repensar nuestro destino como país.
Dada la agotadora polarización política, la estupidez populista y las expresiones radicales de las extremas en los últimos años, lo peor que nos podría suceder es que en el léxico de los improperios apareciera el coronavirus de izquierda y de derecha.
El Covid-19 no repara en las veleidades de nuestra condición humana.
El COVID–19 que, más que cualquier toque de queda, nos confinó en nuestras casas, y la indiscutible crisis y recesión económica que de él se deriva, debe llevarnos a repensar sin vacilación alguna el futuro inmediato, el de mediano y largo plazo de nuestro país y cómo nos vamos a relacionar con nuestro entorno regional. Aquí no caben digresiones, ni elucubraciones en nombre de ideologías, posturas políticas o religiosas. El Covid-19 no repara en las veleidades de nuestra condición humana.
Un acuerdo o mini plan ¨Marshall¨ para la recuperación del país durante los próximos 12 o 16 años se vuelve una urgencia y una prioridad nacional.
El COVID–19 nos confinó en nuestras casas y la indiscutible crisis y recesión económica que de él se deriva, debe llevarnos a repensar sin vacilación alguna el futuro inmediato, el de mediano y largo plazo de nuestro país y cómo nos vamos a relacionar con nuestro entorno regional.
En primer lugar debemos rodear y apoyar las decisiones que está tomando el Presidente Iván Duque. En segundo lugar debe convocarse a toda la sociedad para que con su anuencia y aceptación se diseñe el gran plan de recuperación que, en las condiciones del post Covid-19, adopte los puntos vertebrales de un nuevo contrato en lo social, en lo económico, en lo político, en lo científico, en lo tecnológico, en lo ambiental, en lo jurídico y en lo constitucional. En tercer lugar, discutir y encontrar fórmulas de entendimiento para la administración y gobernabilidad durante la vigencia del acuerdo.
Si el toque de queda del año setenta nos dio a todos una patada en el trasero, que el Covid-19 nos obligue a repensar lo que somos y para donde vamos.
EVERTH BUSTAMANTE GARCÍA